martes, 20 de noviembre de 2012

Qué sucede con las armas cuando no hay fiesta en Aztahuacán

―¡Parto de la buena fe de la autoridad!, ¿por qué no? Salvo que tenga motivos para dudar de ella, no veo por qué no creerle― argumentó con vehemencia, durante un taller reciente sobre periodismo judicial, uno de mis colegas participantes.

―Cuando escucho algo así, entiendo por qué, para la autoridad, no hay nada más fácil que hacernos creer a los periodistas lo que queremos creer―, le respondí, soltándole un argumento que, por eficaz, traigo siempre bajo la manga.

Las motivaciones de muchos reporteros para «querer creer» son diversas. Por ejemplo, pereza mental, dependencia de una fuente determinada, servilismo a una política editorial, tiempo y recursos insuficientes para verificar la información o imposibilidad de hacerlo en virtud de la opacidad institucional.

En la tierra hay ángeles

Por Juan Miralva

 
Foto: Blanca Padilla
Son muy poquitos pero existen, me encontré con uno en Iztapalapa; se llamaba Roberto, de casi ochenta años, chaparrito, muy serio, enojón, pero era un ángel. Vivía en el mero centro de la delegación, tenía un puesto de dulces en la puerta de su casa; los tarugos de tamarindo con chile, me hacían babear de antojo.

Don Roberto descubrió mi martirio y me invitó de su mercancía y de su conversación. Le conté que andaba en busca de trabajo, que estudiaba derecho en la UNAM y que necesitaba plata para rentar un cuarto donde quedarme. 

No era hijo de Moreira, pero si un buen ciudadano



Por Blanca Padilla


Acahualtepec. Foto: Blanca Padilla
“Como los cuervos, le sacaron los ojos”, así rezaba el titular de la primera plana de El Gráfico la mañana del miércoles 10 de octubre. Con esta noticia, ilustrada con la foto del cuerpo del hombre asesinado a media plana, se despertaron los vecinos de Ampliación Santiago.

Nada fuera de lo común en un diario amarillista como el mencionado, pero esta vez ese encabezado hacía alusión a la tortura y asesinato de una persona muy conocida entre los vecinos de esta colonia de Iztapalapa. 

Su generosidad, su amabilidad, su disposición para ayudar siempre le ganaron reconocimiento entre los vecinos a este taxista de 50 años.